martes, 15 de mayo de 2007

Los discursos teatrales de la Universidad Católica

Desde 1973 hasta 1985 el rector de esta Universidad fue delegado por el gobierno militar, el vicerrector de comunicaciones el Sr. Hernán Larraín y el decano de la Facultad de Bellas Artes el Sr. Eugenio Dittborn.

El teatro de la Universidad Católica representó una combinación entre las fuerzas opositoras y ciertos valores morales de la burguesía. Héctor Noguera dice sobre esto que los clásicos eran una manera de decir lo que estaba vedado, como lo que ocurre con el clásico montado en aquella época “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, donde Segismundo habla de la lucha por su libertad.

Luego, en 1978 se intenta estrenar por primera vez una obra chilena nueva, “Lo crudo, lo cocido, lo podrido” de Marco Antonio de la Parra que tuvo la particularidad de haber sido suspendida por órdenes de las autoridades de la misma Universidad para la que fue preparada. Las autoridades en diversos diarios acotaron que el libreto les había parecido vulgar y grosero, acusándolo de no estar la altura de lo que se debía ofrecer al público de la Universidad.
Nunca pensó la escuela el revuelo que iba a generar esta obra, Eugenio Dittborn, expresó en representación de esta escuela:

“Rechazamos terminantemente una suspensión porque es un atentado contra la libertad académica”.[1]

Dijo que esto ocurría por primera vez en el teatro chileno en general, no solo universitario, y que se había pasado a llevar a todos quienes trabajaron en un texto y un programa que estaba previamente estudiado.

Luego vino otro estreno: “El Misántropo”, en donde lógicamente reinaba la desconfianza después de lo vivido con la obra “Lo crudo, Lo cocido, Lo podrido”. Este drama de Molière hizo que se encontraran nuevamente con el espíritu teatral, y con la crítica, muy reconocida en este dramaturgo francés. Pero “El Misántropo”, por el contrario de lo que se puede creer, se destacó por su estructura “vertical” lo que constituiría grupos de estudios en las escuelas de teatro.

[1] HURTADO María de la Luz, “Chilenos y Clásicos en la producción teatral”, Revista Apuntes, nº 105-106, 1993, P. 27.

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